15 sept 2012

Anónimo

No sé si a alguien más le pasa pero yo tengo días en los que no sé casi ni quién soy. Se me acumulan mil cosas, mil emociones, mil informaciones y mil sentimientos y acabo sin saber nada de nada. Es cierto eso de que cuanto más sabes, más ignorante te sientes. O al menos eso me pasa a mi.
En esos días (que últimamente son bastantes) simplemente se me quitan las ganas de hacer nada, y se ven suplantadas por la irresistible y masoquista tentación de quedarme a solas con mi confusa soledad. Audrey Hepburn lo llamaba tener un día rojo, y yo he decidido llamarlo igual. Así la gente no sabrá que en realidad lo que tienes es una noche de mierda llena de inseguridad y rayadas, simplemente porque, y aunque la frase hecha diga lo contrario, la almohada no es buena consultora. Y quiero que os lo toméis como un aviso, la almohada es esa amiga insegura que sólo está ahí para liarte, con la que pasas los mejores momentos (sí, sé que para algunos los sueños eróticos son lo mejor que tienen -y no están nada mal-)y también los peores. Por que a la "luz" de su oscuridad todo parece irreal, difuso.
Así que cuando tengo esos días hay dos opciones, pasar de todo y dormir (la más usada) o dejar que mi cabeza empieza a funcionar frenéticamente. Y como los humanos tenemos un punto masoquista por naturaleza (es inútil negarlo, sabéis que es verdad) a veces pienso: Me estás desafiando almohada? Pues ven aquí bitch que te voy a dejar las cosas claras..... Sí, es ella la que suele ganar.
El caso es que hoy ha sido uno de esos días. Uno de esos días en los que te planteas todas y cada una de las cuestiones que puede plantear tu insignificante existencia. Primero ves una película de alguien que tiene una vida perfecta y acabas con un maldito nudo en el estómago y dándote cuenta de la mierda en la que estás metida (que a lo mejor no es tanta, pero esas estúpidas americanadas te hacen sentir peor de lo que es, por eso no me gustan). Luego te pones a leer (para olvidarte un poco de todos esos sentimientos que han aflorado después de la película) y resulta que si, como yo, estás leyendo un libro sobre un chico secuestrado en Guantánamo, sí que al acabar te sientes la persona más afortunada del mundo. Así que te elijo a ti, libro de Guantánamo, y acabo pensando en lo feliz que soy. Pero luego me siento fatal por el asco que dan algunas cosas en este mundo y porque haya gente que lo esté pasando así. Y finalmente me siento aún peor que en la película, porque esto está pasando de verdad. (Mi madre siempre me dijo que era muy empática).
Así que aquí estoy, un sábado a las diez y media de la noche, sin plan (no porque sea una asocial, sino porque he tenido cena familiar y no podía salir) y una batidora de senti- y pensamientos.
Lo que me lleva a replantearme quién soy, porque yo siempre he sido (y sigo siendo) una persona súper positiva, fuerte y que nunca, bajo ningún concepto, se deja la sonrisa y el buen humor en casa. Por eso cuando estoy sola y aflora la cabrona de mi otra yo, insegura y cansada de estar escondida todo el día, se hace notar aún con más fuerza. Y me hace odiarme porque me pasen estas cosas porque no soy así. O lo peor de todo, que puede que sí que tenga algo de esa cabrona de mi otra yo.


Por eso he decido quitar absolutamente todos los datos de mi perfil que podrían dar una pista de quién soy. (Vale, pone que me llamo M, pero hay miiiiiles de nombres con M!) tengo la suerte de haber mantenido este blog muuuy lejos de la gente más cercana y ahora sí que no se lo voy a decir a nadie más. Podría explicar por qué pero, qué más da?
Y como todas estas cosas las tengo que soltar en algún lado, vuelvo a caer en la cibertentación del blog, que en realidad ya es casi como mi diario. Además, no tengo tantas visitas como para preocuparme de que la gente me lea (alicientes de no molar -bieeeeeennnnn-)

En fin, ya está, todo fuera. Mucho mejor.
Gracias por "escuchar".