21 ene 2011

¿Hasta dónde se puede llegar?

Buenas, ¡esta vez en español!
Me encontré con esto ayer en ''El Mundo'' y he de decir que me dejó atónita. ¿Cómo puede tener alguien tan poca sensibilidad? Leedlo, no tiene desperdicio. Y si eres estudiante, como yo, dale las gracias a tu madre después por tratarte como te trata. La de la ''Madre Tigre'' es una opinión que no comparto en absoluto. Así no se cran seres humanos, sino robots. Intachables a nivel académico y profesional, sí. Pero no lo pueden utilizar sin unas bases sociales y humanitarias. En realidad, me entristece mucho que sus hijas hayan sido educadas así y que digan que han aprovechado la vida al máximo. No, no la han podido aprovechar sencillamente porque no han tenido vida. Es cierto que se necesita más disciplina y más exigencia, pero sin llegar a tal extremo. La suficiente para que no decaigan valores como el afán de superación o la responsabilidad.
En fin, juzgad por vosotros mismos.


El 'rugido' de la Madre Tigre

El odio, el miedo y el resentimiento creciente hacia China en Estados Unidos se está canalizando estos días hacia una sola persona. No hablamos del presidente Hu Jintao, de visita en Washington, sino de la escritora Amy Chua, más conocida como Tiger Mom (la 'Madre Tigre'), posiblemente la mujer más insultada, vilipendiada e incomprendida en la tierra del Tío Sam.
Amy Chua, hija de inmigrantes chinos y nacida en Chicago, ha tenido la osadía de arremeter contra los padres "occidentales" por ser demasiado blandos y condescendientes con sus hijos, con el resultado que muchos temen: una generación de "perdedores" que contribuirán inevitablemente al declive del "imperio" americano.
En el polo opuesto, las madres chinas aplican a sus hijos una estricta disciplina que incluye el castigo, la humillación y el insulto. Así se explica el "éxito" de los estudiantes asiáticos, virtuosos del violín y genios de las matemáticas. Y como inmejorable ejemplo, sus propias hijas: Sophia y Lulu.
Chua defiende el método de la "maternidad extrema" en un libro, 'Battle Hymn of the Tiger Mother', que se ha convertido en algo así como la "amenaza" nacional. De todo el país le llueven críticas por insultar y "torturar" a sus hijas, aunque los propios americanos se encuentran irreconciliablemente divididos ante la tesitura, dada la manifiesta superioridad oriental en la cosa académica.
Amy Chua no ha permitido nunca que sus hijas queden con sus amigas después del colegio, ni las ha dejado ver la televisión, ni jugar con el ordenador. Ha elegido siempre sus actividades extraescolares, les ha obligado a tocar violín o piano. Les ha impuesto siempre su voluntad, convencida de que "los niños por sí mismos nunca quieren trabajar, y por eso es crucial decidir por ellos".
Las madres chinas, asegura, "no creen en los talentos naturales, ni en esa vaina de que cada niño es especial". De una cosa están convencidas: el "trabajo duro" es la llave del futuro. No permiten unas notas que sean inferiores a la A o al sobresaliente. "La solución, cuando un niño no da la talla, es siempre criticarlo, castigarlo y humillarlo".
Cuando su hija Lulu trajo a casa un B en Matemáticas, la tuvo en vela toda la noche haciendo dos mil problemas. Cuando era incapaz de tocar perfectamente 'The Little White Donkey', la llamó "perezosa, cobarde y patética": estuvo sentada durante horas al piano y no la permitió siquiera hacer pis.
Insultar a sus hijas o llamarles "basura" era parte de la rutina. "Cuando mi padre me llamó 'basura' por faltar al respeto a mi madre, me lo tomé fatal, pero me hizo pensar. Y al final me hizo bien, no dañó mi autoestima ni nada por el estilo. Pero cuando se me ocurrió comentar en una cena que yo había llamado 'garbage' a mi hija y en inglés, todos me miraron mal. Una mujer llamada Marcy rompió a llorar. Mi amiga Susan tuvo que 'rehabilitar' mi imagen ante sus huéspedes".
Amy Chua admite que su férrea disciplina con sus hijas le ha provocado más de un enfrentamiento con su marido judío, Jed... "pero al final me ha reconocido el mérito por el éxito académico y personal de mis hijas". La mayor de ellas, Sophia, tocó piano en el Carnegie Hall a los 16 años y estos días sale en su defensa: "Querida Madre Tigre, me has ayudado a ser más independiente. Si muero mañana, sabré que he disfrutado de la vida un 101%”.
La propia Amy Chua asegura que está eternamente agradecida a la dieta diaria de disciplina y trabajo duro que le inculcaron sus padres. Así explica sus propios éxitos profesionales, doblemente licenciada en Harvard, ex directora de la prestigiosa Harvard Law Review, siguiendo los pasos de Barack Obama. Antes dar el 'rugido' de la Madre Tigre, Chua estaba considerada como una reputada economista, con dos libros sobre los excesos de la globalización ('World on Fire' y 'Day of Empire') y sin ningún ánimo de convertirse en objeto de escarnio nacional.
Suzane Venker, en las páginas del New York Post, sale estos días en su defensa y asegura que "América necesita a la Madre Tigre". En el New York Times, David Brooks recuerda sin embargo la elevada tasa de suicidios entre las jóvenes asiáticas y se pregunta si no está relacionada con esa obsesión por la perfección y el estatus y por la represión emocional de niños educados "al estilo oriental". Brooks acusa también a la Madre Tigre de "estar mofándose de los padres occidentales" y de explotar conscientemente "el miedo al declive nacional que existe en América".

 

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